Hace mucho tiempo, y se acrecienta con el neoliberalismo, la producción dejó de tener como objetivo la satisfacción de las necesidades básicas de la población, su lógica hoy se concentra en producir máximas ganancias. Esta mayor producción no llega a todos, pero si arrasa con los recursos naturales y pauperiza las condiciones de vida de millones de personas en el mundo.
Por ejemplo, a pesar del crecimiento de la producción de alimentos, millones de personas padecen hambre en el mundo. Ello nos indica que no es un problema de insuficiente producción sino de mala distribución. En el caso de Panamá, según la ONU 300 mil panameños padecen hambre, cifra que no ha logrado disminuir desde el 2014.
Por el otro lado, la OIT revela que se ha incrementado la pobreza, desigualdad, incrementando la desconformidad social, ante la pérdida del poder adquisitivo de los salarios de los trabajadores. Los salarios en lugar de incrementarse se han reducido. En Panamá la reducción salarial en 2020 fue de 18% y en el 2021 se acentúa la pérdida, alcanzando 26.2%.
El alto nivel de desempleo y la pérdida de poder adquisitivo de los salarios podrían generar que disminuyan el crecimiento y aumente la pobreza, por ende la desigualdad.
En medio de la riqueza del país, concentrada en pocas actividades económicas, áreas geográficas y manos (115 ultra millonarios), es visible la pobreza que cada vez comprende a mayor número de la población, incluyendo asalariados y pensionados. Seguimos en un proceso de crecimiento económico con exclusión social.
El panorama es claro, sino cambiamos el modelo de crecimiento económico neoliberal se provocará una crisis económica, social y ecológica de grandes dimensiones.
Abogamos por una Economía para la Vida Digna, que tenga como centro la vida misma, la vida de los seres humanos y la reproducción de sus condiciones materiales de existencia.